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Blog. ¿La separación o divorcio siempre hace daño a las hijas y los hijos?

El psiquiatra y psicoterapeuta finlandés Ben Furman cuenta en su libro “Nunca es tarde para una infancia feliz” lo siguiente: […] entre los terapeutas corre una historia sobre una pareja que fue a ver al abogado para divorciarse. Los dos pasaban ya de los 80 años, así que el abogado los envió al consejero matrimonial para que se lo pensaran un poco más. Llegó la pareja, se sentó con cierta dificultad, y la consejera se enteró de que llevaban casados más de cincuenta años, y no pudo resistir la tentación de preguntar: «¿Por qué ahora?». Y la pareja contestó: «Ya cuando los niños eran pequeños decidimos que no nos separaríamos mientras vivieran».

La respuesta es que no, pero en numerosas ocasiones padres y madres se sienten culpables y hacen daño a sus hijos e hijas al prolongar sus relaciones disfuncionales “por el bien de los hijos” a pesar de que todos y todas sufren por la relación.

Al abordar el tema de las separación o divorcio de las parejas se debe desplazar el foco de la configuración de la familia a la calidad de las relaciones entre sus miembros, ya que ésta puede tener diversas configuraciones y todas son funcionales.

Hijos e hijas vivenciarán los conflictos entre sus padres y madres como una amenaza a su seguridad, por lo que la estabilidad en las relaciones de padres y madres, con sus respectivas exparejas, es fundamental.

El divorcio no pone fin a la familia, simplemente la modifica. Hijos e hijas no se divorcian, se separan sus padres y sus madres.

Aún cuando padres y madres tienen el derecho legítimo de romper sus relaciones de pareja, deben de cuidarse de no vulnerar derechos fundamentales de la infancia.

La separación por sí sola no produce un daño en los niños y niñas, pero la conflictividad y la hostilidad sí. Por tanto, la relación con la expareja debe estar centrada en la crianza y educación de los hijos y las hijas en común, tratando de alcanzar acuerdos que requieran pocas modificaciones. Los niños y las niñas necesitan estabilidad.

¿Cómo explicar la separación o divorcio a nuestros hijos y nuestras hijas?

La información que se les proporcione debe estar ajustada a su edad. Por tanto, se debe utilizar un lenguaje apropiado a su etapa evolutiva, informándoles solo de aquellos aspectos que puedan entender, y tantas veces como sea necesario. 

Es fundamental resolver sus dudas y/o temores y no mentir. Esto es muy importante ya que si no tienen respuestas a sus dudas y temores, llenarán esos huecos vacíos con sus propias respuestas.

se debe comunicarles cómo será el proceso (con quién vivirán, dónde, cómo se relacionarán con el progenitor o la progenitora no custodio, etc.) Es importante informarles de todos los cambios que se van a producir para que puedan anticiparlos y asumirlos con naturalidad. 

Esta explicación del proceso debe ser realista. Es contraproducente presentar la separación de una forma irreal, donde no habrá problemas y en la que todos y todas sereis felices desde el principio. 

Animarles a que pregunten sus dudas, dejando una puerta abierta al diálogo y la expresión de emociones: ¿quieres hacerme alguna pregunta sobre lo que acabamos de hablar?, ¿cómo te sientes?, ¿qué piensas?, ¿qué te preocupa?, etc. 

Igual de importante es lo qué se dice que el cómo se dice. Se debe controlar la emotividad, trasladando una actitud de calma en el presente y de seguridad de cara al futuro.

Mantener y facilitar el contacto con la familia extensa (abuelos y abuelas, tíos y tías, etc). Es responsabilidad de padres y madres evitar que sus respectivas familias hablen negativamente de la otra parte.

Por último, y no menos importante, es necesario establecer canales de comunicación en relación a hijos e hijas para poder atender de manera adecuada sus necesidades básicas (biológicas, afectivas, educativas, etc.) y la toma de decisiones en relación a su educación

¿Qué aspectos debemos evitar una vez producida la separación o divorcio?

Lo que más les va a ayudar en la adaptación a la nueva situación es la ausencia de conflictos, por lo que es imperativo anteponer los intereses de los y las menores a los intereses como padres y madres, evitando las discusiones en su presencia y los mensajes negativos de una de las partes a la otra (desautorizaciones, comentarios degradantes, insultos, etc.)

No se debe hacerles partícipes en los conflictos referidos a temas patrimoniales y económicos, ni tampoco en aquellos relacionados con los diferentes estilos educativos que podamos tener.

Evitar trasladar actitudes victimistas, utilizando la manipulacion y el chantaje emocional, desplazando así la responsabilidad de la separación a la otra parte, para provocar pena. 

Los hijos y las hijas no deben utilizarse como mensajeros y mensajeras ya que les provoca una tensión difícil de manejar. Tampoco se debe convertirles en confidentes para buscar su comprensión ante los sentimientos que estais experimentando en este proceso (tristeza, rabia, euforia, etc.). Como adultos y adultas es responsabilidad vuestra gestionar vuestras propias emociones.

La separación o divorcio no es un proceso sencillo, por lo que es muy fácil caer en conductas de sobreprotección y permisividad, justificando o minimizando comportamientos. La pregunta es: ¿Antes de la separación permitiríamos ese comportamiento? Una protección desmedida es dañina.

La importancia del autocuidado como padres y madres.

Como padre y como madre es comprensible sentirse incapaz de hablar de la separación con los hijos y las hijas a causa del dolor, de la historia personal y de la preocupación por su bienestar.

Recomendamos realizar un trabajo personal previo para aprender a afrontar esta nueva situación y de ser necesario recurrir a una ayuda profesional.

Aceptar la realidad de la separación pasa por construir una nueva identidad como padre separado o madre separada. En este proceso puede ayudar rodearse de personas de apoyo (familia, amistades, etc.), participar en actividades sociales, llorar la perdida de un proyecto de vida fallido, retomar aquellas actividades, hobbies y proyectos abandonados, etc. En definitiva, iniciar la construcción de un nuevo proyecto de vida.

Cuidarse como persona redundará, sin duda, en una mejor adaptación de hijos e hijas.


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