El pasado 25 de abril asistimos a un seminario online con Francesco Tonucci: “Por una buena buena escuela en tiempo de coronavirus” y, desde entonces, quedamos rumiando las ideas que ese día escuchamos y que ahora podemos expresar con cierto sentido; el sentido que nosotros/as le hemos dado; no más, tampoco menos.
Comenzaba el coloquio haciendo referencia al momento actual como una oportunidad de cambio para la escuela y las familias, y por tanto para la sociedad en su conjunto.
Acto seguido, preguntaba a la audiencia: “¿pretendemos que las cosas cambien?”, “¿lo necesitamos?” Nuestras respuestas... queremos, lo necesitamos. Y ahí empezamos a rumiar:
Tonucci nos mostró el hogar como un mundo lleno de posibilidades para quienes lo habitan; un espacio inagotable de ideas y oportunidades de aprendizaje, intercambio y cooperación entre personas de distintas edades, sexos y ocupaciones. La infancia como protagonista, los padres y las madres como asistentes, el profesorado como asesor y la casa como un laboratorio; un lugar en el que aprender nuevas habilidades y descubrir reglas, conceptos y nociones.
Un lugar en el que los espacios, los objetos, y las tareas hogareñas adquieren una nueva dimensión:
- Poner la lavadora: un proceso de toma de decisiones a través del cual se selecciona un programa atendiendo a factores como temperatura o duración.
- Planchar la ropa: una ocasión para hablar de conceptos como el calor, el vapor o el sistema eléctrico necesario para su uso.
- La cocina: un laboratorio de ciencias. Materia prima para pesar, mezclar en proporciones adecuadas. Recetas que elaborar y, quizás, compartir con el grupo clase, en un intento de replicar el experimento en otros escenarios (otras casas).
- Un cajón (o el ordenador): clase de historia. Fotos familiares que cuentan historias. Imágenes de acontecimientos vividos que se pueden seleccionar y ordenar para hacer una reconstrucción de los hechos significativos de la familia y ser germen de un libro de historia.
- Escribir un diario: hacer efectivo su derecho a la privacidad. Disponer de un cuaderno en el que escribir cada día. Un tiempo en el que desahogarse, expresar emociones y sentimientos, escribir poesía... Escritos que, quién sabe, pueden llegar a ser retazos de (su) memoria histórica.
- El plano de la casa: clase de geometría y dibujo técnico.
- Lectura gratis: leer en libertad el libro elegido por cada uno/a de ellos/as, no el impuesto a todo el grupo clase. Sin resúmenes, ni fichas ni tareas. Lectura en familia, en voz alta. Además de fortalecer vínculos, establece sólidas bases para el aprendizaje de la lectura (el gusto, el placer, la necesidad de leer).
- Vídeos caseros: una buena forma de aprender los entresijos del cine; escribir un guion,
desarrollarlo siguiendo una secuencia temporal, buscar localizaciones, ambientes,
pensar en la iluminación y elegir la banda sonora. - Leer el periódico: una sesión de historia contemporánea en la que, a partir de un titular
que llame la atención del niño o de la niña, se puede hablar del momento presente, del hecho en cuestión, de su significado... información con la que los/as niños/as pueden acudir a la escuela para debatir y/o para elaborar un periódico entre todos/as. - Aprovechar la distancia física con los amigos/as para recuperar costumbres casi extintas: escribir una carta (expresión escrita), enviar por correo un dibujo, participar en la redacción de una carta colectiva para enviar a otros/as niños/as en su misma situación en cualquier otra parte del mundo. Crear red. Tejer solidaridad.
- Naturaleza en la maceta: cuidar una planta; documentar en un diario sus cambios. Ciencias naturales y orientación a los cuidados.
- Home art: actividad que debería ocupar mucho tiempo por los beneficios que en sí misma aporta sin, ni siquiera, la necesidad de un fin determinado: dibujar, colorear, creación de collages, pintar piedras, modelar figuras con alambre, reconvertir botellas de plástico o cilindros del papel higiénico en variopintos personajes, hacer masa con harina y agua para esculpir, improvisar instrumentos musicales...
Y de manera transversal a todo ello, tres cosas fundamentales para el buen desarrollo de la infancia:
- Juego: su principal ocupación, por duración e importancia. Actividad convertida en derecho y en deber (Art. 31 Derechos de la Infancia). Su oficio. Juego compartido con iguales (si hay hermanos/as o primos/as), juego en solitario, juego intergeneracional (con madres y padres, tíos y tías), juego tradicional (con abuelos y abuelas), juego reglado, juego libre...
- Autonomía: incluso en casa pueden “escapar” y esconderse en su rincón favorito, en una cabaña construida al efecto... un espacio para ellos/as en el que estar a solas con sus cosas, pensamientos y sentimientos (Art. 16 Derechos de la Infancia) . Un espacio para el autoconocimiento y autodescubrimiento.
- Protagonismo: el derecho a expresarse, a ser escuchados/as y a que sus opiniones sean tenidas en cuenta en todas aquellas cuestiones que les afectan (Art. 31 Derechos de la Infancia). ¿Cómo se sienten? ¿Qué piensan? ¿Qué desean? ¿Qué proponen? Que todo esto quede reflejado en la vida en casa... y en la escuela.
Llegados/as a este punto una rumiación adquiere fuerza: ¿podría servir esta experiencia para tender puentes entre la escuela y las familias? Piensen en la relación (muchas veces tensa) entre familia y escuela, ¿no podría ser ésta una forma de acompañarse mutuamente en el proceso para que lo trabajado en la escuela pueda aplicarse en el hogar y viceversa?
¿Podría servir para dotar de significado a eso que llamamos “aprender”? ¿No se trata de promover el desarrollo integral del alumnado, garantizar la igualdad de oportunidades y participación de todos las niños y todas las niñas? (Art. 29 Derechos de la Infancia; Art. 27 CE 1978). A fin de cuentas se trata de que adquieran competencias de cara a su futuro, y aprenderlas tal y como se enumeraban anteriormente, garantiza que no se olviden a lo largo de la vida.
Tal vez estos tiempos raros puedan ser una oportunidad para trabajar en equipo, para cooperar y poner en el centro el superior interés de la infancia y acompañar a las criaturas en su, no siempre fácil, camino de desarrollo, crecimiento y (auto) descubrimiento sin apropiarse del protagonismo que les corresponde. ¿No merece la pena mantener esto?.
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